martes, 4 de agosto de 2015

sábado, 1 de agosto de 2015

Lic. & Prof. E. J. Martínez-Avellaneda

EL LENGUAJE Y LA IDEOLOGÍA
Estudiar una ideología es estudiar el lenguaje en la sociedad. El uso del mismo en la urdimbre y trama del poder es el representante y sostén de su dominio. La vastedad de esa relación preponderante impera, en la serie de insinuaciones y enunciados que se integra en el lenguaje cotidiano, al que nos acostumbramos sin percatarnos. Ahí subyace el ardid lingüístico de sometimiento.
Es obvio, en la época actual, que la transmisión de una ideología dominante no solo se realiza por códigos lingüísticos. Hay otras estructuras condicionantes; imágenes, gestos y comportamientos sociales de rápidos arraigos tendientes al fin que persigue la ideología. Pero algo que no se puede negar es la potencia del habla, la escritura y medios afines sobre el mundo social.
Es arto difícil captar el significado de las expresiones de dominio en conversaciones y textos. Ya que su sentido queda en la mayoría de los casos, oculta por como se producen (expresan) y por como se recepciona (capta u oye). Esto es notable en el hilo de la vida corriente; la familia, escuela, trabajo, medios de comunicación y charlas con amistades.
No se pueden dejar de lado los sistemas de convicción; sociales, filosóficos, políticos y religiosos. Ellos son ideologías, las cuales son de capital trascendencia a considerar pues son móviles y puestas al día de acuerdo a como varían las circunstancias imperantes en el entorno.
Al descomponer y analizar el lenguaje en su estructura, notamos como muchas de las armazones de carácter doctrinal son de estructura narrativa. A guisa de ejemplo; las conversaciones diarias, la literatura en general, artículos periodísticos hablados o escritos, el cine, radio, TV. todo ello bajo la vestidura de la legitimidad. En las bromas, chistes que hacemos o recibimos a diario se nota, si estamos atentos, las presiones, la afirmación o negación de valores ideológicos que arraigan conceptos de dominio.
En el mundo, la inmensa mayoría de las poblaciones vive en regímenes dictatoriales. No obstante muchos de ellos se autodenominan como DEMOKRATICOS. Recordemos como el comunismo, fascismo, nazismo, siempre sostuvieron que se regían por el centralismo democrático; o sea el poder era central, un ser con dominio total, basado su gobierno en el mando omnipotente, omnipresente y omnisciente de un partido político que decidía quien gobernaba al pueblo. Esos partidos estaban apoyados en policías políticas, llamadas, Comisarías Políticas, Fascios o Gestapo.
En otros casos son gobiernos DEMOKRÁTICOS, en el que solo se expresan los de la misma ideología religiosa, segregando al resto de los no adherentes a esa fe. En las monarquías no parlamentarias el poder lo detenta una minoría privilegiada (aristocracia), en tanto en las monarquías parlamentarias de cuño democrático el poder lo ejerce el pueblo en general. Aunque ese pueblo debe cumplir con una obligación básica; mantener con sus impuestos a la nobleza.
En las monarquías de cualquier tipo el lenguaje denota su influencia sutilmente dominante. Los órdenes naturales se dividen en reinos: Reinos mineral, vegetal y animal y en ambientes religiosos, reino humano, esto para no colisionar con el reino de los cielos y dar a las monarquías terrenales una autoridad indiscutible y celestial. La influencia es también notoria en los cuentos, narraciones y fábulas infantiles. Hasta escritores nacidos y educados en países con modelo democrático/republicano, ensalzan las virtudes de toda clase de príncipes, princesas, reyes, reinas y valientes honestos y esforzados nobles.

Podríamos continuar, pero invito al lector a que busque por si mismo, palabras que usamos diariamente y que están por doquier en la tela del dominio ideológico.